A través del fotomontaje, he logrado representar visualmente sensaciones como la ansiedad, la depresión y la disociación. Este proceso me ha permitido reflexionar de forma íntima y directa sobre la relación entre mi cuerpo y mi mente.
Los autorretratos surgieron inicialmente en espacios íntimos, como una reacción espontánea ante pensamientos obsesivos o emociones incómodas. Con el tiempo, llevé esta práctica al exterior, en busca de un diálogo con los entornos que habito y transito.










Más allá de la introspección, este trabajo se ha convertido en una vía de conexión con otros. Al compartir estas imágenes, he descubierto cómo muchas personas se reconocen en ellas, encontrando un eco de sus propias experiencias emocionales.
En mi práctica artística, estos autorretratos funcionan como un puente entre lo personal y lo colectivo. Exploran las tensiones entre la vulnerabilidad, la identidad y aquello que compartimos como seres humanos.